diumenge, de setembre 30, 2007

Admirant Tocqueville

"Sobre la especie humana se alza un poder inmenso y tutelar que asume la carga de asegurar las necesidades de las gentes y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, ordenado, previsor y bondadoso, se asemejaría al poder paterno si su misión fuera educar a los hombres para la edad adulta; pero, contrariamente, lo que pretende es mantenerlos en una infancia perfecta. Hállase propicio a que el pueblo goce, con tal que no piense sino en gozar. Convertido en el árbitro y en el origen de la felicidad de los hombres, el gobernante, con la mejor disposición, cuida y se preocupa de que nada les falte: satisface sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, regula e incremento de su patrimonio, interviene en su sucesión hereditaria y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir. ¿Qué resta a las gentes por hacer cuando se les ha ahorrado la inquietud de razonar y las tribulaciones que la vida comporta?"

Alexis de Tocqueville, La Democracia en América

Amb aquesta immensa llum exposava Tocqueville, a mitjans del segle XIX, el que pensava sobre el poder de l'Estat. I no és que vulgui ni molt menys comparar-me amb el mestre, però haig de dir que, jo, abans d'haver-me aturat en aquest magnífic passatge, ja estava convençut del que diu. Probablement la intervenció de l'Estat en la nostra vida ens fa més feliços en el pla moral de la comoditat però ens arrossega de manera indefectible cap a la terrible mort individual. Potser prefereixo un Estat que el Far-West, però l'Estat no és moral i el Far-West sí. Qüestió de llibertat.