Un tío versátil

Dice mi amigo Alfredo que soy un tío versátil, que lo mismo me voy al Bulli que me fumo un piti con él mientras juego al futbolín. Bueno, siempre he pensado que una cosa no quita la otra, pero no, Alfredo, yo no soy un tío versátil, o, por lo menos, no tanto como pueda parecer. Tu piensas que estoy tan adaptado a ir al Bulli como a irme a limpiar el coche contigo a Los Platós? Puedo hacer el esfuerzo de no dar la nota en un restaurante caro, pero no me cuesta nada echarme unos futbolines cualquier viernes por la noche en el Barnasud. Ya lo dice mi padre, soy un pelagatos como lo son él y mi abuelo, y como ya lo fue también mi bisabuelo, que se partía el espinazo recogiendo algodón en esos extremeños campos de Dios. Y los pelagatos, por mucho que lleguemos a volar, al final siempre necesitamos una partida de futbolín, es una cuestión de supervivencia, de sangre, de humildad. Siempre hay que aprender cosas, cerrarse en banda es un suicidio intelectual, hay que ser un tío versátil, es verdad, pero todos tenemos nuestro lugar original. Por mucho que aprendamos, por mucha versatilidad que vayamos a ganar a lo largo de nuestra vida, siempre vamos a necesitar echar en un momento u otro la bola al futbolín. No se puede ser tan cretino como para renunciar a eso, a lo que han sido los tuyos y a lo que tu vas a terminar siendo tarde o temprano. Todo lo demás, no son más que ilusiones. Bien, de acuerdo, soy un tío versátil, pero tu lleva suelto, que sólo se aceptan monedas de un euro.